Resumen
En el devenir del ordenamiento jurídico ecuatoriano, particularmente en lo concerniente al
tratamiento de la violencia intrafamiliar, se ha instaurado una figura procesal cuya naturaleza
ha despertado no escasa controversia: la suspensión de la sustanciación del proceso penal en
determinados delitos cometidos contra la mujer o miembros del núcleo familiar. Esta
disposición, introducida mediante reforma al Código Orgánico Integral Penal y consagrada en
el artículo 651, numeral 3, autoriza la interrupción temporal de la causa por un término no
mayor a treinta días, aplicable en supuestos de violencia física leve y en aquellos de violencia
psicológica cuya pena no exceda del año. A primera vista, pudiera parecer que el legislador,
movido por un ánimo humanitario y conciliador, hubiese querido conceder una pausa procesal
que permitiera a las partes alcanzar algún grado de entendimiento. Más, al escrutar con mayor
detenimiento los efectos prácticos de tal mecanismo, surgen fundadas dudas respecto de su real
utilidad y justicia. No pocas veces, la víctima atrapada en una maraña de dependencia
emocional, coacción velada o necesidad económica consiente dicha suspensión no en ejercicio
libre de su voluntad, sino como resultado de un entorno adverso que el Derecho no siempre
alcanza a comprender. La presente investigación, sustentada en un enfoque dogmático y
analítico, procura examinar los fundamentos, límites y consecuencias de esta figura, así como
su compatibilidad con el mandato constitucional que proclama el derecho de toda persona a
vivir libre de violencia. Cabe entonces preguntarse si tal suspensión honra verdaderamente los
principios de justicia y dignidad, o si, bajo su manto legal, se cobija una tolerancia implícita
hacia la impunidad.
Palabras clave: agresor, beneficio, impunidad, suspensión, sustanciación, violencia, víctima.
Abstract
In the evolution of the Ecuadorian legal system, particularly regarding the treatment of
domestic violence, a procedural figure has been established whose nature has sparked
considerable controversy: the suspension of the criminal process in certain offenses committed
against women or members of the family unit. This provision, introduced through a reform of
the Comprehensive Organic Criminal Code and enshrined in Article 651, paragraph 3,
authorizes the temporary suspension of proceedings for a period not exceeding thirty days. It
applies in cases of minor physical violence and in those instances of psychological violence
where the penalty does not exceed one year. At first glance, it may appear that the legislator,
motivated by a humanitarian and conciliatory spirit, intended to grant a procedural pause that
would allow the parties to reach some degree of understanding. However, upon closer
examination of the practical effects of such a mechanism, serious doubts arise regarding its
actual utility and fairness. Not infrequently, the victim, entangled in a web of emotional
dependency, veiled coercion, or economic necessity,consents to the suspension not as a free
exercise of will, but as a consequence of an adverse environment that the law does not always
manage to comprehend. This study, grounded in a dogmatic and analytical approach, seeks to
examine the foundations, limits, and consequences of this legal figure, as well as its
compatibility with the constitutional mandate that proclaims every person’s right to live free
from violence. It is thus worth asking whether such a suspension truly honors the principles of
justice and dignity, or whether, under its legal guise, it conceals an implicit tolerance for
impunity.
Keywords: aggressor, benefit, impunity, suspension, substantiation, violence, victim.